Medea y el conocimiento



La tragedia de Eurípides trata el motivo del extranjero y de la visión del otro. El principal rol de Medea es el de la crítica a la sociedad ateniense, de ahí porque la tragedia ganó el tercer premio y no el primero cuando fue presentada.
La Medea que Eurípides presenta en su obra es una mujer fuerte con una necesidad de hacer oír su voz. Es una mujer que defiende su derecho a ser tomada en cuenta, respetada y sobre todo ella defiende el derecho a la visibilidad.
En la tragedia de Eurípides Medea tiene un monólogo que cuestiona el papel de las mujeres en las vidas de los hombres, pero además de ello habla de las reacciones que el ser humano tiene frente al prójimo, frente al desconocido y frente al extranjero. En el monólogo Medea ataca a la inconsecuencia de los hombres entre palabra y acto, entre el ámbito privado y público. Resulta admirable este monólogo, ya que critica mordazmente a la función social de la mujer. Es una bofetada al sistema patriarcal heleno. Eurípides le da volumen e importancia excepcional a una mujer que, desde todos los puntos de vista, debería ser proscrita: en primer lugar es extranjera, es mujer y tiene conocimiento. Lo que hace el tragediógrafo, en vez de censurarla, es darle la posibilidad de defenderse y de ser escuchada. Brinda al espectador la posibilidad de mirar a Medea como la inmolada, y mirar qué pasa con el ser humano en aquel tiempo, cuál es el juego que se establece entre lo legítimo y lo legal. Esto se expresa mejor en el hecho de que Medea no es legalmente la esposa de Jasón, lo que le permitió a él hacer esa treta para convertirse en el rey de Corinto. Pero esa acción de Jasón solo legitima más su unión con Medea, porque aparece como un ser ambicioso y mezquino que busca satisfacer sus propios caprichos, mientras que Medea es una mujer mancillada, el contraste hace que esta unión tenga mayor validez: es el amor en contra del poder.

¡Oh, mujeres corintias! Salgo de casa por que
reproches no me hagáis; pues, mientras sé que muchos
hombres, tanto en privado como en el trato externo,
orgullosos realmente se vuelven, a otros hace
pasar por indolentes su tranquilo vivir.
Que no son siempre justos los ojos de la gente
y hay quien, no conociendo bien la entraña del prójimo,
le contempla con odio sin que haya habido ofensa.
Y, si debe el de fuera cumplir con la ciudad,
no alabo al ciudadano que amargo y altanero
con los demás se muestra por su falla de tacto.
Pero a mí este suceso que inesperado vino
me ha destrozado el ánimo; perdida estoy, no tengo
ya a la vida afición; quiero morir, amigas.
Porque mi esposo, el que era todo para mí, como
sabe él muy bien, resulta ser el peor de los hombres.
De todas las criaturas que tienen mente y alma
no hay especie más mísera que la de las mujeres.
Primero han de acopiar dinero con que compren
un marido que en amo se torne de sus cuerpos,
lo cual es ya la cosa más dolorosa que hay.
Y en ello es capital el hecho de que sea
buena o mala la compra, porque honroso el divorcio
no es para las mujeres ni el rehuir al cónyuge.
Llega una, pues, a nuevas leyes y usos y debe
trocarse en adivina, pues nada de soltera
aprendió sobre cómo con su esposo portarse.
Si, tras tantos esfuerzos, se aviene el hombre y no
protesta contra el yugo, vida envidiable es ésta;
pero, si tal no ocurre, morirse vale más.
El varón, si se aburre de estar con la familia,
en la calle al hastío de su humor pone fin;
nosotras nadie más a quien mirar tenemos.
Y dicen que vivimos en casa una existencia
segura mientras ellos con la lanza combaten,
mas sin razón: tres veces formar con el escudo
preferiría yo antes que parir una sola.
Pero el mismo lenguaje no me cuadra que a ti:
tienes esta ciudad, la casa de tus padres,
los goces de la vida, trato con los amigos,
y en cambio yo el ultraje padezco de mi esposo,
que de mi tierra bárbara me raptó, abandonada,
sin patria, madre, hermanos, parientes en los cuales
pudiera echar el ancla frente a tal infortunio.
Mas, en fin, yo quisiera de ti obtener sólo esto,
que, si un medio o manera yo encuentro de vengar
el mal que mi marido me ha hecho, callada sepas
estar. Pues la mujer es medrosa y no puede
aprestarse a la lucha ni contemplar las armas,
pero, cuando la ofenden en lo que toca al lecho,
nada hay en todo el mundo más sanguinario que ella.[1]

Christa Wolf se basa en este monólogo para desarrollar su novela Medea. La construcción compleja que la autora hace a partir de los motivos, valores, concepción espacio-temporal se manifiesta a través de monólogos que cuentan la historia desde diferentes perspectivas. Esto da la idea de tridimencionalidad que hace que el texto tenga un juego de realidades múltiples. Esto se debe a que se trata de una novela, lo que permite un mayor desarrollo de los personajes a nivel psicológico. En la tragedia tienen, los personajes tienen una profunda complejidad psíquica, sin embargo es el espectador quien otorga más o menos carga psicológica a determinado personaje.

Así como Eurípides, Christa Wolf aborda la personalidad de las mujeres como uno de los ejes centrales de la obra. Los personajes más complejos son los femeninos. Medea, entonces, es el personaje más complejo de la obra, precisamente porque la fábula gira entorno a su conflicto; es un personaje que, a través de sus divagaciones mentales que en un principio no son muy ordenadas, logra mostrarse e involucrarse psicológicamente con el lector. En este punto el texto de Wolf plantea un paralelismo con el texto clásico, es decir se produce una transposición, porque los valores del personaje se han modificado y Medea se ha transvalorizado. La autora ha conservado la voz que ha creado Eurípides y la fuerza de la figura de Medea, pero además ha revalorizado su sensibilidad, y le ha otorgado la posibilidad de la redención: en la novela de Christa Wolf no es Medea quien asesina a sus hijos, es el pueblo de Corinto.

Muertos. Los han asesinado. Lapidado, dice Arinna. Y yo que había pensado que su sed de venganza pasaría cuando yo me fuera. No los conocía.
Qué monstruo ha conducido aquí a Arinna. ¿Quieren enseñarme los dioses a creer en ellos de nuevo? Sólo puedo reírme. Ahora estoy por encima de ellos. Pueden tocarme con sus órganos crueles, que no encontrarán en mí ningún rastro de esperanza, ningún rastro de miedo. Nada, nada. El amor se ha roto, y también el dolor ha cesado. Soy libre. Sin desear nada escucho el vacío que me llena por completo.[2]

El recurso estilístico del monólogo interior permite un acercamiento competo al texto por parte del lector: se produce una relación entre los personajes, la historia y el lector.

El conocimiento también es uno de los motivos principales en ambas obras; el conocimiento desde la tragedia clásica se subdivide en el conocimiento del otro, en el conocimiento de uno mismo y en conocimiento práctico. En el primer caso es el conflicto que causa ser extranjero y las desventajas que ello acarrea consigo. El ser humano siente temor frente a lo que desconoce; un extranjero es un desconocido y por lo tanto infunde temor. Eurípides logra reflejar la insensatez de los seres humanos al pretender ser mejores que otros solo porque creen ser dueños del país en el que viven. Christa Wolf se acerca a su obra desde el motivo del conocimiento y desarrolla el submotivo del cultivo del conocimiento en la mujer.

En la obra de Christa Wolf , el pueblo de Corinto mira a Medea como una construcción moldeable que se presta para adoptar cualquier forma de acuerdo a su conveniencia: su figura se levanta gracias a los rumores y las cosas que se dicen acerca de sus acciones. Primero Medea es una mujer sabia que salva la vida del pueblo, pero luego se convierte en una bruja y un mal de los peores que ha sucedido en ese territorio.

El desarrollo del motivo del conocimiento se manifiesta aquí, al igual que en la tragedia de Eurípides: una mujer que conoce es peligrosa y Medea sabe mucho más de lo que las mujeres corintias pueden saber, además es peligrosa porque es extranjera y los extranjeros son los primeros culpables de cualquier mal. Entonces, uno de los principales tratamientos que se le da al motivo del conocimiento es el peligro del conocimiento en manos de quienes no tienen acceso al poder, el conocimiento es poder y Medea tiene conocimiento que amenaza a lo establecido. Luego, se produce una transmotivación, ya que Christa Wolf pone mayor énfasis en esto que Eurípides.

La temática de la xenofobia se presenta, tanto en el hipotexto como en el hipertexto, como submotivo del motivo del conocimiento. La xenofobia, este desconocimiento del otro, se expresa como prejuicio social en la medida de que pueblos tan fuertes como el Corintio necesitaban afirmarse encontrando en el otro todas las falencias que ellos creen no tener. Por medio esta afirmación los pueblos pueden establecer los parámetros morales: lo que hacemos nosotros es lo correcto y lo que hacen ellos es lo incorrecto. Esta característica acentúa el dramatismo porque refuerza la imagen de Medea como mujer desprotegida en un ambiente hostil por su condición de extranjera. Ella ha perdido su jerarquía y ha sido despreciada por el hombre que ella ama, esta situación demuestra cómo el ansia de poder de Jasón y la capacidad de proyectar una imagen poderosa ayudan a destruir la imagen de Medea y muestran a Jasón como el primer destructor de la imagen de su esposa. Los personajes han sido transvalorizados, Medea porque ha sido redimida por Wolf y Jasón porque ha perdido su voz, es decir que se ha vuelto presa de sus ambiciones y su imagen es la de un hombre pusilánime y cobarde. Eurípides muestra a este Jasón, pero le da derecho a hacer escuchar su voz, a explicarse. De ahí que se produce una revalorización en Medea y una devalorización en Jasón

La presencia femenina es obviamente más fuerte que la masculina en la obra, los personajes femeninos son mucho más complejos que los masculinos; las mujeres operan un cambio, sobre todo Medea. En el primer monólogo la presencia de la madre de Medea en un apostrofe como un recurso estilístico muestra con claridad la presencia del matriarcado dentro de la personalidad de Medea, además es un indicio de la fuerza que tienen los personajes femeninos dentro del desarrollo del conflicto. El tratamiento de personajes como el de la reina Mérope, que para Medea se parece a un animal domesticado en contraste con el tratamiento del personaje de Agameda que se presenta ante los ojos de Medea como lo terrible de la inteligencia femenina. Los personajes redondos son los femeninos, a excepción de Mérope. Pero también Christa Wolf logra presentar a las mujeres como diferentes facetas de la misma mujer, es decir, la representación de la mujer y su personalidad de acuerdo al contexto en el que ella se desenvuelve.
El texto de Christa Wolf tiene una relación heterodiegética con el texto clásico. Eurípides empieza su tragedia cuado Medea ha sido abandonada por Jasón para casarse con la princesa de Corinto y se lamenta por lo acontecido El tiempo en la novela de Christa Wolf tiene un tratamiento muy especial: hay una historia lineal que comienza cuando Medea ha despertado después de la noche de la cena en la que ella ha avergonzado a Jasón frente a los comerciantes extranjeros que ha recibido el rey Creonte, hasta cuando Medea ha recibido la noticia de que sus hijos fueron apedreados en le templo de Hera. La construcción temporal se complejiza gracias a que los personajes plantean su propia visión del devenir del tiempo en los monólogos que ha propuesto la autora. Son narradores personales que cuentan la historia desde su propio protagonismo en ella, por eso la estructura del tiempo da la sensación de tridimensionalidad de la historia.

Para las diferentes voces del texto el tiempo transcurre de acuerdo a su propia concepción de los acontecimientos. En el caso del monólogo de Jasón el tiempo transcurre rápidamente, además la mayoría de oraciones son transitivas y subordinadas. Esto divide al texto en dos: texto narrativo y texto psicológico descriptivo. En el caso de los monólogos de Medea se puede hablar de un tiempo más lento dado gracias al uso de oraciones simples intransitivas, es un texto mucho más psicológico que el de Jasón. El lector puede acceder al aletargamiento y al conflicto interno de Medea no solamente gracias a las descripciones de Medea sino también el lector puede contraponer los dos monólogos para interpretar el conflicto.

Más allá de la destreza de la autora de la novela, creo que Medea prueba que los conflictos humanos no tienen temporalidad. Que no importa como concibamos una obra, ésta se actualizará y se aplicará de acuerdo al contexto en el que se encuentre inmersa. Los motivos que Eurípides desarrollo siglos atrás se actualizaron en la sociedad en la que Wolf vivió y se actualizan en la que vivimos ahora, eso permite que los clásicos sigan vigentes a través del tiempo y de las sociedades

BIBLIOGRAFÍA:
Bajtin, Mijail, Estética de la creación verbal, Siglo XXI, Buenos Aires, 2008
Culler, Jonathan, Breve introducción a la teoría literaria, Crítica, Barcelona, 2000
Genette, Gerard, Palimpsestos, Taurus, Madrid, 1999.
Eurípides, “Medea” en Tragedias III, Cátedra, Madrid, 2001
Wolf, Christa, Medea, Debate, Madrid, 1996
[1] Eurípides, “Medea” en Tragedias III, Cátedra, Madrid, 2001

[2] Christa Wolf, Medea, Debate, Madrid, 1996, pág 219.

Antígona


Las almas del Hades


Los clásicos en la vida cotidiana

Los rostros y lugares que leí me acosan. Se me aparecen como visiones esporádicas mientras transito la realidad.

Ulises mañero, el prudente Odiseo

Ulises fecundo en ardides, el prudente Odiseo.

Somos alimentados con las enseñanzas de
Homero, y amamantados con sus palabras,
Como si absorbiéramos la leche de sus versos.[1]




El héroe de la palabra, el protegido de Atenea, el más astuto entre los helenos. Cuando nos adentramos en los textos homéricos, se figuran dos imágenes de Odisea. En primer lugar aparece la silueta del héroe sagaz en la Iliada, es decir el hombre que se vale de mañas y tretas para conseguir sus fines. Sin embargo, estas mañas no constituyen un elemento negativo en Odisea, más bien son caracteres que lo distinguen y hacen que destaque entre los aqueos y además hacen que incluso los atridas pidan consejo a Ulises.

La construcción de Ulises en la Iliada es la del guerrero estratega. Esto lo convierte en héroe, de hecho esa es la virtud principal de Odiseo a quién acuden por su poder de palabra y agilidad de pensamiento. Si bien es cierto que para el pueblo griego tiene que existir un complemento entre la capacidad belicosa y la capacidad de palabra, ciertos guerreros desarrollan una capacidad más que la otra. Este es el caso de Odisea y de Áyax Telamonio, ambos guerreros tienen una destreza más virtuosa que la otra. Por eso son los dos candidatos para recibir las armas de Aquiles. Aunque por derecho le correspondían a Áyax, las armas le fueron otorgadas a Odiseo. Tal vez el compositor de la Iliada concebía una madurez posterior en Odiseo que se daría solo con su dificultad para cumplir el Nostos.

El desarrollo del personaje a lo largo de la Iliada le otorga además un rol de mediador mas no de sabio. Ulises es inteligente, pero no ha llegado a la sabiduría. Ulises tiene una gran capacidad para intuir a las personas, para convencerlas y para mediar en los conflictos. A pesar de ello, Palamedes es muerto gracias a Ulises. Entonces, Ulises todavía no tiene un conocimiento profundo de sí mismo, no tiene las suficientes herramientas que le permitan tomar decisiones más allá de sus propios requerimientos. Ulises es más complicado que otros aqueos, porque es los suficientemente inteligente como para superar la urgencia por satisfacer sus necesidades básicas. Ulises va más allá, pero no hacia la sabiduría, no hacia la Areté guerrera sino hacia la venganza, hacia su propia forma de ejercer justicia. La figura de Ulises se dibuja más compleja que la de otros helenos.

La Iliada habla de la cólera de Aquiles, el mayor guerrero de todos los tiempos. La Iliada habla de héroes, grandes guerreros y entre todos ellos Ulises aparece como una figura intermitente, no así menos importante. Es un guerrero que no alcanza una principalía, pero su presencia es fundamental para el triunfo de los aqueos en Troya sobre todo en las incursiones en la ciudad amurallada. A pesar de ello Ulises es increpado por dos ocasiones la primera por Agamenón y la segunda por Diomedes porque lo acusan de cobardía en el combate:

(…) Entonces os gusta comer carne asada y beber sin tasa copas de dulce vino, y ahora veríais con placer que diez columnas aqueas combatieran delante de vosotros con el cruel bronce. (…)
-¡Atrida! ¡Qué palabras se te escaparon del cerco de los dientes! ¿Por qué dices que somos remisos en ir al combate? Cuando los aqueos excitemos al feroz Ares contra los troyanos domadores de caballos, verás, si quieres y te importa, cómo el padre de Telémaco penetra por las primeras filas de los troyanos, domadores de caballos. Vano y sin fundamento es tu lenguaje[2]

El segundo reclamo es hecho por Diomedes, sin embargo ante este reclamo Ulises hace oídos sordos y huye porque sabe que su bravura no es suficiente como para enfrentarse a Héctor en defensa de Néstor. Ulises huye por salvar su propia vida mientras que Diomedes está dispuesto a luchar por defender la vida de otro:


-¡Laertíada del linaje de Zeus! ¡Ulises, fecundo en ardides! ¿Adónde huyes, confundido con la turba y volviendo la espalda como un cobarde? Mira que alguien, mientras huyes no te clave la lanza en el dorso. Pero aguarda y apartaremos del anciano al feroz guerrero.
Así dijo, y el paciente divino Ulises pasó sin oírlo, corriendo hacia las cóncavas naves de los aqueos.[3]


En la Iliada se puede observar a un Ulises joven, un hombre fuerte y admirable y además se figura un hombre digno de ser amado. Helena desde la muralla, en el canto III, habla con un cariño especial, con una profunda admiración por Ulises. Esta mirada se proyecta a lo largo de la composición de modo que Ulises aparece por sí mismo y por los otros, así se convierte en una figura intermitente que nos llena de incertidumbres. Todos los héroes que aparecen la Iliada tienen acciones que los caracterizan, que los distinguen, Ulises se presenta como una incógnita: el tiene el don de la palabra, tiene bravura en el combate y tiene a su mente trabajando en algo inexpugnable.


Al momento le respondió Helena, hija de Zeus:
-Aquél es el hijo de Alertes, el ingenioso Ulises, que se crió en la áspera Ítaca; tan hábil en urdir engaños como en dar prudentes consejos.
(…) El ingenioso Ulises, después de levantarse, permanecía en pie con la vista baja y los ojos clavados en el suelo, no meneaba en cetro que tenía inmóvil en la mano, y parecía un ignorante: lo hubieras tomado por un iracundo o por un estúpido. Mas tan pronto como salían de su pecho las palabras pronunciadas con voz sonora, como caen en invierno los copos de nieve, ningún mortal hubiese disputado con Ulises.[4]



He ahí que Ulises se dibuja como un héroe necesario, pero con menor impulso guerrero y con mayor sentido orador. El Ulises que aparece en la Iliada está caracterizado por epítetos como: el ingenioso Ulises, el divino Ulises, Ulises fecundo en ardides, Ulises asolador de ciudades, Ulises igual a Zeus en prudencia. Con ello sabemos las cualidades de Ulises.

Pero la metamorfosis de Ulises, fecundo en ardides al prudente Odiseo se da gracias al viaje terrible que tiene que realizar para llegar a casa. Así como Odiseo goza del favor de dioses que se caracterizan por el ingenio, tiene que cargar a cuestas la furia de un dios belicoso como Poseidón. El cambio de Odiseo opera a nivel interior más que ha nivel exterior, es decir además del viaje externo que hace en la Odisea hay un viaje interior profundo que implica una madurez del héroe. Su astucia característica, su conocimiento basto se convierten en sabiduría, porque implican una exploración en su propio interior, en su propia humanidad para reconocerse y elegir la opción que le brinda la vida humana.

El Ulises que aparece en la Odisea es producto de esta metamorfosis, pero es posible percibir su proceso de cambio, es decir hay una abismal diferencia entre el Odiseo que parte desde Troya hacia su casa. Cuando Odiseo relata sus penurias es conciente del designio de los dioses y asume su propia responsabilidad en el castigo impartido por los dioses. Odiseo es un hombre que ha sufrido mucho y con el sufrimiento ha aprendido a conocerse a sí mismo y a reconocerse entre otros seres humanos. Para ello ha tenido que a estar solo en Ogigia y echar en falta la compañía de otros seres humanos. Odiseo renuncia a la posibilidad de la inmortalidad y decide quedarse con lo que ha forjado en la tierra. Esto demuestra su amor por la vida, pero su amor mayor por su humanidad.

Soy Ulises Laertiada, famoso entre todas las gentes por mis muchos ardides; mi gloria ha subido hasta el cielo. Mi mansión está en Ítaca insigne en el mar (…) Aunque abrupta, sustenta valientes muchachos; no hay nada que se muestre de amable a mis ojos igual que mi tierra; la divina entre diosas Calipso retúvome un tiempo en sus cóncavas grutas, ansiosa de hacerme su esposo y asimismo la ninfa de Ea, la pérfida Circe, pretendió que, cautivo en sus salas, casara con ella. Mas ni la una ni la otra dobló el corazón en mi pecho, porque nada es más dulce que el propio país y los padres aunque alguien habite un rica y opulenta morada en extraña región, sin estar con los suyos (…)[5]



El héroe de la Odisea es el héroe del Nostos. “Por tanto la novedad de la Odisea es haber enfrentado a un héroe épico como Ulises “con hechiceras y gigantes, con monstruos y devoradores de hombres”, es decir, en situaciones de tipo de saga más arcaica, cuyas raíces han de buscarse “en el mundo de la antigua fábula y directamente de primitivas concepciones mágicas y xamánicas””[6]. Odiseo ya no es el héroe de guerra, a pesar de que tiene que luchar contra los pretendientes; Ulises es el héroe triunfador que regresa a casa después de luchar con otros, pero sobre todo después de luchar contra sí mismo, contra sus propios errores, contra sus propias vilezas. Y regresa sabio a la patria porque debe cumplir el Nostos, pero ha cambiado: ha envejecido, ha conocido la muerte al bajar al Hades, ha sido tentado por la inmortalidad con Calipso, ha sufrido naufragios, la estupidez de sus compañeros lo ha castigado alejándolo un y otra vez de casa; entonces el Nostos de Ulises es más valioso porque Odiseo no es el mismo, ahora es héroe porque ha escogido vivir, envejecer y morir en su tierra, con los suyos.


BIBLIOGRAFÍA:

Calvino, Iltalo, “Las Odiseas en la Odisea” en Por qué leer los clásicos, Tusquets, Barcelona, 1992

Doods, E.R, Los griegos y lo irracional, Alianza, Madrid, 1983

Heráclito, Alegorías de Homero, Gredos, Madrid, 1989

Homero, La Iliada, Mestas, Madrid, 1999

Homero, La Odisea, Gredos, Barcelona, 2007

Kirk, G.S, Los poemas de Homero, Paidós, Barcelona, 1985
[1] Heráclito, Alegorías de Homero, Gredos, Madrid, 1989, pág 32.
[2] Homero, La Iliada, IV, 343-350
[3] Ibidem, VIII, 93-97
[4] Ibidem III, 199-202,212-224
[5] Homero, Odisea, IX, 20-36
[6] Italo Calvino, “Las Odiseas en la Odisea”, pág. 27

¿Por qué leer La Odisea y La Ilíada?


Para contestar esta pregunta es necesario reconocer el valor que estos textos tienen a nivel artístico; ambos textos son obras maestras de la literatura universal, no solo porque en ellos se fundamenta la literatura a lo largo de la historia, sino también porque éstos alcanzan una perfección a nivel estético insuperable.
Ambas obras representan la cosmovisión del mundo griego. Sin embargo, las sociedades se han visto reflejadas de algún modo en los cantos épicos de Homero. Esto indica que son obras que trascienden el nivel temporal, es decir que superan la condición de inmediatez para convertirse en elementos constantemente presentes en la formación cultural de las sociedades.
A nivel estético La Ilíada y La Odisea manifiestan una pulcritud en el tratamiento del lenguaje poético. Se puede percibir una búsqueda constante de la belleza en cada palabra y, sobre todo, en cada imagen construida por medio de las figuras literarias. Homero hace un trabajo impresionantemente meticuloso al realizar etopeyas, ya que describe con sutileza y, al mismo tiempo, con seguridad a cada personaje en ambas obras. Un ejemplo de ello es la cuidadosa presentación del personaje de Aquiles en La Ilíada, a quien podemos conocer por medio de sus acciones que lo identifican como un hombre digno y muy altivo que casi siempre tiene perfecto control de sus actos. Así mismo el personaje de Ulises es tratado con una maestría ejemplar en La Odisea, a través de Odiseo (o Ulises) se le permite al lector un mayor acercamiento hacia la figura del héroe: éste ya no es un héroe que lucha contra terribles enemigos y representa el honor de una nación, es un héroe que privilegia el retorno al hogar, a la pertenencia algún lugar. El acercamiento con el lector se da a ese nivel, es un ser humano como cualquier otro, que añora a su patria más que cualquier gloria o fama. En la odisea se nos presenta la figura de un rey tan humilde y rico de espíritu que soporta todo tipo de humillaciones con tal de retornar a su patria; sin embargo, la figura noble de Odiseo siempre está presente: es un héroe y se comporta como tal.

Finalmente, es necesario leer estos dos textos, porque forman parte de las bases éticas y culturales de la cultura occidental actual, a la que pertenecemos. Por medio de estos textos podemos reconocernos y reencontrarnos con nuestra esencia humana, que se basa en la búsqueda de la belleza. Estos son de aquellos libros que trascienden el tiempo e incluso el espacio, ya que son representativos de una gran cultura, cuyas concepciones del mundo siguen vigentes en la actualidad.

¿Qué papel juegan los clásicos en la educación?


Si partimos de una visión muy amplia, la necesidad de conocimiento ha sido una urgencia permanente de los seres humanos desde el principio de las sociedades. Entonces educar es una manera de saciar esa sed de aprendeher el mundo, de descubrir la naturaleza de los seres humanos y del universo inmediato que lo rodea. Además la educación es un síntoma de desarrollo: la educación libera mentes y forma seres humanos.

Según Jaeger la educación es el principio mediante el cual la comunidad humana conserva y trasmite su peculiaridad física y espiritual. Sin embargo, para el mundo occidental la sistematización del conocimiento colectivo y del desarrollo de la cultura comienza con los griegos.

Esta sistematización de los conocimientos colectivos permitió desarrollar formas organizadas de pensamiento, la filosofía; así también propició la necesidad de contar historias, de exponer el mundo individual hacia la comunidad y de plantear problemáticas sociales mediante la literatura. Estos fueron los resultados de una forma de pensamiento genial, que pretendía un modelo de ser humano sumamente complejo, cultivar una forma de vida que se basa en el constante crecimiento intelectual y espiritual.

En este sentido los clásicos implican la educación. Esta afirmación no es excluyente, es decir que el planteamiento de Jaeger podría ampliarse temporalmente y espacialmente. Podríamos coincidir en que es imprescindible el acercamiento a los clásicos griegos, pero también sería válida la tesis de Italo Calvino acerca de que “un clásico es un libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza de los antiguos talismanes” y que, entonces, son la sociedades las que impulsan la existencia de los clásicos, lo que nos conectaría con el planteamiento de Borges.

Para nosotros, el acercamiento a la cultura helénica constituye un eje indispensable en la educación. Acercarse al origen de la estructura del pensamiento que nos constituye (en una parte muy grande) como sociedad y que define nuestra concepción de cultura es una cuestión sumamente necesaria y placentera. La influencia que estos textos tienen en nuestro carácter de seres humanos hace que se mantengan vigentes a través de los tiempos y de los espacios geográficos.

Sin embargo es importante reconocer, y en esto discrepo con Jaeger, que otras sociedades que han desarrollado formas de sistematizar el conocimiento son igual de fundamentales como los griegos y en nuestro contexto, las sociedades ancestrales como los náhuatl o los incas deben ocupar un sitio igual de importante puesto que son quienes configuran la otra parte de nuestro pensamiento como colectivo. Y así como nosotros tenemos estas sociedades constitutivas en Europa y Asia también hay culturas ancestrales que son base de los caracteres nacionales